jueves, 27 de diciembre de 2007

Las mafias de la salud
por Natalia Springer Monday, Nov. 26, 2007 at 3:25 AM
desurasur@gmail.com

Los médicos están sufriendo las presiones criminales de un sistema que al parecer nadie vigila.

Acaban de conocerse los resultados de una gran encuesta que adelanta la Defensoría del Pueblo y que desenmascara los móviles de la aberrante intimidación que ejercen las EPS sobre los médicos, contra todo criterio de humanidad y, por supuesto, en contra de todos los principios éticos que acompañan la actividad médica, al obligarlos a prestar un servicio denigrante a los pacientes. Mientras más degradante, más rentable.

Lo advertí hace unos meses: en Colombia uno se muere no por estar enfermo, sino por ser pobre. Los afectados se ven obligados a entrar en complejas batallas legales para acceder a los servicios más básicos. Una señora me hablaba del calvario de tutelas y derechos de petición en el que se embarcó para acceder a una cirugía de cáncer de seno y recibir parte de los medicamentos que necesita para salvar su vida. Las empresas cuentan con sofisticados equipos legales dedicados exclusivamente a dilatar y evadir estas acciones, pues les resulta más barato que prestar el servicio.

El sistema impone recompensas y castigos según la calidad de la atención. Las empresas castigan a los mejores médicos, aquellos que les dedican tiempo a sus pacientes, que ordenan los exámenes necesarios y recetan medicamentos de calidad, y los sitúan en "listas negras" que les sirven para cruzar hojas de vida y hacer seguimiento del desempeño de los profesionales. Un prestigioso médico comentaba su caso: recibe 15.000 pesos por consulta, menos los costos de manejo de cuenta, que recibe con tres meses de retraso.

Basta con pasear por algunas clínicas y hospitales de Bogotá (ni hablar de la provincia) para entender la magnitud del caos: los servicios están desbordados y los profesionales son escasos. La confusión es total. Es habitual ver a los puñados de familiares rogando a los celadores para que llamen a algún médico que les haga la caridad de salir a la sala de espera (¡en urgencias!) y les atienda a los enfermos que llevan incluso varias horas esperando mientras se retuercen del dolor. De cuando en cuando, la gente se desmaya y pierde el sentido. El manejo de esos pacientes termina en manos de enfermeras y dolientes.

Abundan los practicantes que atienden servicios muy por fuera de su competencia. Y, por supuesto, la modalidad del día: los médicos vendedores. Mientras toman la tensión, aparecen con un producto o una solución magnífica para un problema que no siempre guarda relación con la dolencia que generó la consulta.

La violencia en Colombia no es un fenómeno aislado y exclusivamente manifiesto en el conflicto armado. La vida no tiene valor en esta cultura, que se caracteriza por unos grotescos grados de deshumanización. Los secuestrados no son secuestrados, sino mercancía, como los esclavos. Los enfermos no son enfermos, sino clientes. Las mujeres mueren a manos de sus maridos porque los provocaron y la morbosidad se ha convertido en la médula de los programas de entretenimiento.

Ciertamente, los médicos están sufriendo las presiones criminales de un sistema que al parecer nadie vigila, pero es igualmente cierto que el gremio ha aceptado esas condiciones sin presentar mayor resistencia como cuerpo obligado a sentar unos precedentes claros en una sociedad enferma y desorientada. Mi pregunta hoy es: ¿quién está controlando esa mafia de la salud que humilla diariamente a miles de personas en este país?

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